La producción de pigmentos y concentrados de color es fundamental para la transformación del plástico, combina estabilidad tecnológica con nuevos efectos visuales y sostenibilidad en los procesos industriales.
La industria del plástico vive un proceso de adaptación constante. Entre la presión regulatoria, la innovación tecnológica y la necesidad de procesos más sostenibles, las empresas mexicanas buscan equilibrio entre eficiencia y creatividad. No obstante, los pigmentos y concentrados de color —base estética y funcional de los productos plásticos—, representan una de las áreas con mayor continuidad técnica, aunque también con retos de renovación.
“Seguimos viendo a la industria igual que hace 10 o 20 años atrás. Es una mezcla de oportunidad y adversidad”, afirma Ángel Palma, gerente comercial de AGAMA Pigmentos y Masterbatch. Para el especialista, la clave de la resiliencia industrial radica en tomar decisiones basadas en datos, independientemente de factores externos. “A veces se tienen que tomar decisiones drásticas, pero siempre he comentado que si se hace con datos, llegan a buen puerto”.
El mercado de los pigmentos se ha mantenido tecnológicamente estable frente a otros segmentos más dinámicos, como el de la maquinaria de inyección o soplado. Sin embargo, esta estabilidad no implica estancamiento. Los avances en concentrados de color, aditivos funcionales y efectos especiales han permitido que los fabricantes respondan a las tendencias del consumo y a los nuevos materiales que demanda la economía circular.
Palma explica que la proveeduría actual se enfoca en ofrecer soluciones versátiles y estéticamente diferenciadas. “A veces nos piden efectos marmoleados, algunos glitters que parecen diamantina, o colores termocromáticos que cambian con la temperatura”. Este tipo de productos decorativos, lejos de ser solo un recurso visual, requieren formulaciones complejas que aseguran compatibilidad con diversos polímeros, estabilidad a altas temperaturas y resistencia al desgaste.
En la parte técnica, los pigmentos y masterbatch cumplen un papel esencial en la optimización de la producción. Su correcta dosificación y compatibilidad determinan no solo la apariencia, sino también la calidad estructural y el desempeño final de las piezas plásticas. De ahí la importancia de que los proveedores acompañen a las empresas transformadoras con asesoría técnica y conocimiento sobre los procesos de extrusión e inyección.
El ejecutivo reconoce que la adopción tecnológica en el sector no siempre avanza al mismo ritmo. Factores económicos y la naturaleza artesanal de muchas pequeñas fábricas dificultan la actualización. Sin embargo, los foros industriales se han convertido en un puente para esa modernización. “Eventos como Expo Plásticos son un escaparate para nueva proveeduría y para afianzar las alianzas que ya se tienen. Nos permiten conocer qué tecnología hay, qué tendencias vienen y, sobre todo, inspiran nuevas inversiones”.
La visión de Palma apunta a una industria que mantenga su identidad productiva, pero con apertura a la innovación. En su opinión, el color seguirá siendo un elemento central de la manufactura plástica, aunque ahora más ligado a la sostenibilidad. Los nuevos pigmentos buscan reducir el impacto ambiental mediante fórmulas más limpias, de menor contenido metálico y mayor eficiencia en el uso del material.
La continuidad, sostiene, es también un indicador de confianza en el mercado. En el caso de AGAMA, su participación recurrente en exposiciones industriales refleja la estabilidad del sector de pigmentos y aditivos. “Nuestra industria no sufre cambios tan radicales como en las máquinas de inyección; es relativamente estable, pero eso nos permite perfeccionar nuestra oferta y reforzar la proveeduría que tenemos”.
La tecnología del color, silenciosa pero esencial, acompaña la transformación del plástico mexicano hacia una manufactura más eficiente y responsable. En cada tono y efecto hay una decisión técnica que combina ciencia, diseño y sustentabilidad: el nuevo lenguaje cromático de la industria.